El rico refranero popular español está lleno de frases como ésta. Las cosas bien hechas, realizadas con esmero, con buenos materiales, no necesitan más carta de presentación que ellas mismas, y son un auténtico reclamo para el consumidor. Es por ello que las empresas, cada vez más, apuesten por las políticas de calidad y que entre sus objetivos empresariales primen la consecución de certificados de calidad que prueban de cara al exterior sus altos estándares.
Y todo ello a pesar de, y me atrevería a decir incluso, como consecuencia de la crisis. Otro refrán español podría resumir esta teoría: «Los pobres no podemos permitirnos el lujo de comprar barato». Y esta idea se me vino a la cabeza hace varias semanas cuando en una charla amistosa con mi doctor me comentaba que estaban cerrando muchísimas tiendas de «chinos». Y yo le hacía una pregunta casi retórica: «¿Cómo es posible eso, ahora que quizá necesitamos comprar más barato que nunca?» Y este señor, al que siempre he considerado como una persona sabia, me contestó: «Con el boom económico de los años previos a la crisis, existía una fiebre por consumir, que hizo proliferar este tipo de tiendas y de productos cas de usar y tirar, hoy por hoy la gente compra lo que verdaderamente necesita y prefiere consumir productos de calidad aunque les cueste a priori más caros». Pues eso: Que los pobres no podemos permitirnos el lujo de comprar barato…
De ahí ese resurgimiento de los complementos de calidad, fabricados en España, con buenas materias primas y que cumpla unos mínimos estándares de calidad certificada.